La paz se reconstruye cuando una población recupera su territorio y lo vuelve destino
Estuve viendo las noticias sobre Guerrero en el Tianguis Turístico de este año celebrado en Baja California y me preguntaba ¿cómo es posible vender los destinos del estado en medio de las noticias de violencia y el embate de los desastres naturales?
No se puede hacer una reflexión sobre el desarrollo de nuestro estado pasando por alto sus enormes contrastes: belleza natural y violencia estructural; riqueza cultural y pobreza sistemática. En este contexto, sabemos que pensar la recuperación turística no puede centrarse en la recuperación económica, si no más bien, apuntalar una estrategia de reconstrucción del tejido social, hacia la disminución de la violencia.
Puenso que particularmente en zonas como Acapulco, donde el huracán Otis expuso la vulnerabilidad ambiental, pero también la fragilidad institucional y social, el turismo puede convertirse en un eje de transformación y pacificación si se articula con sensibilidad territorial, enfoque comunitario y voluntad política real.
La experiencia internacional

En Colombia por ejemplo, tras décadas de conflicto armado, el país encontró en el turismo rural y de naturaleza una vía para reintegrar comunidades, ofrecer alternativas productivas a excombatientes y resignificar territorios antes estigmatizados. Medellín, alguna vez considerada una de las ciudades más violentas del mundo, apostó por el urbanismo social y el turismo cultural como motores de transformación.
En Dubrovnik, Croacia, donde la ciudad colapsó tras el bombardeo de la Guerra de los Balcanes, en el año 200 se restaurar el centro histórico y se apostó por el turismo cultural y cinematográfico – fue escenario de la popular serie Game of Throns por ejemplo -. Con esta apuesta no solo se logró la recuperación de la economía local, Croacia se posicionó como un destino turístico muy particular en Europa.
En la ciudad kenyana de Nayrobi, después de la crisis política y violencia post-electoral, algunas regiones comenzaron a promover el turismo responsable como herramienta para unir comunidades y promover la estabilidad económica. Algunos proyectos incluyen safaris comunitarios, donde los beneficios van directamente a las aldeas locales y con esto el Turismo se constituyó como una de las más importantes actividades para prevenir la radicalización de jóvenes.
Las referencias mexicanas
Estados como Oaxaca han diversificado su oferta turística con rutas comunitarias y ecoturisticas que, aunque aún precarias, han generado oportunidades para mujeres, jóvenes y pueblos originarios apartándolos de la criminalidad y sus complicidades como opción para para subsistir económicamente.
Estos ejemplos demuestran que el turismo no es pacificador en sí mismo, pero puede ser un catalizador de paz cuando se gestiona con enfoque social.
Los planes de Evelyn Salgado para Guerrero
En el caso de Guerrero, es interesante que los planes de recuperación turística tras Otis no se han limitado a reconstruir la infraestructura hotelera en Acapulco, sino que han comenzado a integrar a las comunidades que históricamente han sido excluidas del desarrollo turístico, tal es el caso del Municipio de La Unión, que durante la edición 24, del Tianguis Turístico de México, fue reconocido como el nuevo polo de desarrollo turístico del estado, con un decreto firmado por la gobernadora Evelyn Salgado Pineda.
Las impliciones de este decreto no son menores, con una acción como ésta, el gobierno de Guerrero establece el compromiso financiero y logístico, para impulsar todas aquellas acciones que permitan consolidar la oferta turística en esta región que cuenta con 75 kilómetros de playa y 263 hoteles y que es mundialmente conocida -aunque al interior del estado no tanto- como un oasis para los deportes acuáticos dadas las características de sus olas.

El municipio de La Unión, enclavado en los límites de la Costa Grande de Guerrero con el estado de Michoacán, había permanecido durante años invisible para la inversión turística pero muy presente en las crónicas sobre la violencia por parte de grupos armados. Hoy, tras su reconocimiento como nuevo polo turístico, es pertinente pensar en tal apuesta como una oportunidad para el desarrollo económico de la región y por consecuencia la eventual disminución de la violencia, cambiando así la cara de la Costa Grande de Guerrero.
La paz no se construye con discursos institucionales ni con campañas promocionales vacías. Se construye cuando una mujer puede guiar un recorrido turístico sin miedo a la violencia, cuando un joven decide trabajar en una cooperativa ecoturística en vez de migrar o sumarse a los grupos criminales, cuando una comunidad recupera su territorio y lo convierte en destino.
Realmente es esperanzador que los esfuerzos del gobierno de Salgado Pineda por la resignificacion del turismo en Guerrero, muestran un interés real por la inclusión de actores locales que han sostenido la vida en medio del abandono, tal como lo representa este decreto y los nuevos planes para el municipio de La Unión.
Si se aprovecha este momento como una oportunidad para repensar el modelo turístico de Guerrero —apostando por la diversificación, la inclusión y la sostenibilidad— podríamos estar poderosa oportunidad para disminuir la violencia estructural que por décadas ha marcado a este estado. Pero si se repite el modelo elitista de siempre, el turismo seguirá siendo un privilegio para unos cuantos y un riesgo para los más vulnerables.