«La otra Ilíada», un canto femenino antiguo y contemporáneo

La literatura escrita por mujeres –tanto de aquellas que tienen conciencia de género como de las que no– ha abierto caminos de nuevas formas de expresión y nos da la posibilidad de contar la historia desde otra mirada, desde otro canto que propone e intenta romper el silencio milenario y recuperar el origen de la memoria femenina.

Para el análisis de este ensayo retomaremos algunos aspectos de la crítica literaria feminista y la perspectiva de género, así como de algunos elementos estilísticos utilizados por Ethel Krauze con el fin de comentar su propuesta en el poemario La otra Ilíada, publicado por la editorial española Terramoza, y que nos da cuenta de la madurez y oficio de la autora.

María del Carmen García Aguilar en su texto Un discurso de la ausencia. Teoría y crítica feminista (2002) nos plantean la necesidad “de construir una identidad femenina a través de una des/construcción de lo que hasta ese momento implica el término hombre” (42) y señala también la posibilidad de crear un nuevo paradigma cultural que modifique la visión androcéntrica que prevalece en el ámbito del conocimiento; así como un tercer elemento: el rescate de la historia y la promoción de la cultura femenina. Este último punto se apoya en el argumento que se refiere a la marginación histórica de la producción literaria de las mujeres.

1. Un recuento del debate.

García Aguiar, como otras muchas académicas interesadas en el tema, retoma las inquietudes de las españolas Martha Traba (1981) y Carmen Riestra (1982) en sus artículos publicados en la Revista Quimera sobre si existe o no una escritura de mujeres y si esta se puede determinar a partir de la temática y el lenguaje. La discusión continúa con la argentina Lea Fletcher que se pregunta si la escritura de mujeres tiene características diferentes y cuestiona la posibilidad de determinar la diferencia por sexo, dado que esto tiene una connotación ambigua porque tiene que ver con el sexo biológico pero también con un constructo social. Afirma que la literatura de mujeres esta integrada por aquellos textos escritos por mujeres, mientras la literatura femenina tiene que ver con los textos escritos por mujeres o escritos por hombres que exhiben en su escritura características de la literatura de mujeres.

Sin embargo, las posmodernistas niegan cualquier categorización basada en el sexo biológico y afirman que la escritura femenina no requiere autoría de una mujer, aunque ésta tiene un acceso privilegiado en esa forma de expresión.

Elaine Showalter en su Feminist criticism: the wilderness(1985) nos dice que el discurso de la mujer escritora es un discurso de doble voz porque surge del lenguaje prestado por el grupo dominante, en este caso del patriarcado, pero se retroalimenta del compromiso y las vivencias de un grupo sometido como las mujeres.

Mientras que la crítica francesa, representada por Annie Leclerc y Helen Cixous, propone hablar desde otro lugar, descubrir y conquistar un espacio que no ha tenido el hombre: el espacio de la maternidad y de su propio cuerpo. Seguramente influenciadas por Simone de Beauvoir en su Segundo sexo, que habla de las particularidades de la escritura femenina cuando resalta las sensaciones y adjetivaciones cargadas entre otras características.

Así mismo Mary Ellman distingue las características del lenguaje femenino como el compromiso por la sensibilidad, mientras que el lenguaje masculino contiene un tono de autoridad. Por su parte, Robin Lakoff distingue ciertas características en el discurso de las mujeres, tales como un lenguaje indirecto, repetitivo, vacilante, oscuro, exagerado, mientras que el discurso de los hombres es directo, preciso, claro y correcto.

Por su parte Julia Kristeva afirma que se observan particularidades y temáticas a partir de las cuales se puede demostrar que existen unas características específicas de la literatura femenina y es difícil saber si se deben a la marginalidad cultural o a rasgos específicamente femeninos, por ejemplo, si los circunloquios, rodeos, paráfrasis, eufemismos, rechazo a las blasfemias o a las palabras altisonantes se debe a la costumbre de medir sus palabras y no salirse de la raya.

Sobre las posibles diferencias entre tono y lenguaje, Carmen Riera, en su artículo “Literatura femenina, ¿un lenguaje prestado?», afirma que si se tiende a abordar temas distintos tiene que ver con el hecho de que las mujeres acceden a la literatura tardíamente, lo que las lleva a preguntarse  sobre su quehacer; mientras que el hombre está seguro de pertenecer al grupo privilegiado y no necesita cuestionarlo. De allí que las mujeres escritoras se autodescubren, rememoran la infancia, se observan al espejo, miran a su entorno, recrean el espacio cotidiano.

Virginia Woolf en su ensayo “La habitación propia” dilucida sobre si la literatura andrógina es mejor y propone cultivar la parte femenina y masculina para superar las limitaciones de su sexo y aspirar a hacer buena literatura.

Gertudes Stein afirma que las escritoras del siglo XIX sólo sabían hablar de sí mismas, mientras que las del siglo XX han aprendido a hablar también de otras cosas. Considera que sí existe un discurso femenino, un modo de hablar, de ser y de sentir diferente. Y ese hablar desde adentro tiene que ver con la necesidad de ser escuchadas, por eso el tono intimista y la búsqueda del yo son las principales características de esta literatura.

Algunas de las mujeres precursoras son Gertudes Stein, Isak Dinessen y Djuna Barnes, mujeres novelistas que abordan las relaciones humanas, la identidad personal pero también la relación individuo-sociedad. Observamos también que, si se habla de un punto de vista femenino, una manera especial de ver las cosas es el resultado de los condicionamientos sociales.

2. El canto de Briseida.

Como todos sabemos La Ilíada es un poema épico que celebra las figuras de los guerreros y las grandes batallas con ideales especialmente masculinos: Aquiles, Héctor, Agamenón, Príamo, Paris, Patroclo, Áyax, etc. Mientras que los personajes femeninos aparecen como botín de guerra, un ejemplo de ello es Briseida, que fue entregada a Aquiles como esclava después de ganar la batalla.  Más tarde, Agamenón le exige a Aquiles que devuelva a Briseida, y este, indignado, decide retirarse  de la lucha.

Recordemos que la lectura feminista trata de analizar los textos escritos por hombres con personajes femeninos, tomando en cuenta las imágenes y estereotipos de las mujeres en la literatura, y cómo han contribuido a la marginación de las mujeres, es decir, es una relectura crítica de las obras escritas por hombres con personajes femeninos, un ejemplo de ello sería precisamente La Ilíada de Homero.

Existe la segunda posibilidad de que las mujeres puedan ser sujetos de la literatura, y se refiere a las mujeres como autoras; es decir,  analizar qué escriben y cómo lo escriben, retomando también un tercer elemento que es hablar de las mujeres como lectoras, como consumidoras de productos literarios (García Aguilar, 67).

En nuestro caso nos concentramos en la segunda opción que trata precisamente de la literatura escrita por mujeres, analizaremos  La otra  Ilíada (2016), de Ethel Krauze, un poemario de largo aliento organizado en cuatro segmentos: un preludio, término utilizado en la música que significa la acción que precede a otra y que sirve de entrada; un Canto primero: “El cautiverio  de Briseida”; un Canto segundo: “La rebelión de la salvaje”, y una coda, este último es también un término que se utiliza en la música para referirse al final de un movimiento, a modo de epílogo.

El preludio inicia con el mismo tono que el de La Ilíada, sólo que la que habla es Briseida, desde su lugar de mujer en la antigüedad patriarcal y similar al espacio de la mujer contemporánea dentro del patriarcado, una y otra se funden en una misma voz que describe el círculo doméstico de servidumbre y obediencia.

Canta ¡oh Diosa!, mi cólera encendida
que esta es la otra Ilíada:
la Ilíada de Briseida, la cautiva,
la rebelión de
la salvaje,
la colmada de ayes y de heridas;
el corazón de la mujer perdida,
violada en las batallas,

El primer canto comienza nombrando el odio, desde la voz  de mujer sometida a la servidumbre, la esclava que tiene que obedecer y dedicarse a servir al amo. La casa y sus obligaciones es, una vez más, un espacio de cautiverio, término explicado oportunamente por Marcela Lagarde en su libro Los cautiverios de la mujer: Madresposas, monjas, putas, presas y locas (2002):

Cautiverio es la categoría antropológica que sintetiza el hecho cultural que define el estado de las mujeres en el mundo patriarcal: se concreta políticamente en la relación específica de las mujeres con el poder y se caracteriza por la privacidad de la libertad. Las mujeres están cautivas porque han sido privadas de su autonomía, de su independencia para vivir, del gobierno para sí mismas, de la posibilidad de escoger y de la capacidad de decidir. (Lagarde, 151)

El canto se refiere a esa condición de sujeción femenina e inicia con un tono elevado para referirse a la furia  acumulada  históricamente por las mujeres:

El odio es puro: líquido, hermoso
el plato sucio.
el vaso hiede: pérfido, pringoso.
Apesta el fregadero
con sus ollas de costra dura y seca,
con su capa de grasa:
su vieja cucaracha retorciendo
piruetas en la juerga.

Por un lado, es una analogía de las grandes hazañas que enfrentan los enormes guerreros en los cantares épicos y,  por el otro, las tremendas batallas que enfrentan las mujeres en los espacios humildes como la cocina y el cuidado de la familia, roles obligadamente femeninos a los que se enfrenta una ama de casa al  limpiar cada día: quitar el cochambre de la cocina, fregar el piso, lavar los trastes, lavar el baño, el cuarto de los niños, remendar las calcetas, lavar y doblar las sábanas y la ropa de toda la familia, trabajo interminable y exhaustivo:

Toda la casa es una Ilíada,
es tu Ilíada,
tu personal batalla contra el enemigo:
tu destino de polvo, mugre y chinches,
te avala el trapeador, la escoba, la cubeta,
te cubre el delantal, la jerga y el plumero,
te acompaña la sangre de tu madre
y de tu abuela,
te redimen los rezos de tus tías
tus primas
tus hermanas
tus vecinas:

Es el destino impuesto para las mujeres en el patriarcado y que se transmite de generación a generación. Son los roles de género que se convierten en sino. Sometimiento callado, trabajo inacabable y heredado. Este confinamiento a los quehaceres domésticos no le ha permitido a las mujeres, a lo largo de la historia, acercarse a la escritura, ni mucho menos obtener el reconocimiento que disfrutan los grandes guerreros en las batallas ganadas. Es un trabajo invisible.

Sor Juana, en  su Respuesta a Sor Filotea, responde a la prohibición de estudiar y a la orden de recluirse a la cocina como prueba de sumisión y obediencia presentada por parte de los prelados de la iglesia; pese a ello, este espacio doméstico de rendición a las mujeres es convertido por la monja en un lugar de reflexión y en un laboratorio. Elia J. Armacanqui-Tipacti, en su ensayo titulado «¿Es la cocina un espacio propio de Sor Juana Inés de la Cruz?», apunta que la monja en su Respuesta hace la referencia más sobresaliente del espacio de la cocina como lugar propio y de resistencia es su comentario personal, y la cita:

Pues ¿qué os pudiera contar, señora, de los secretos naturales que he descubierto estando guisando? Ver que un huevo se une y fríe en la manteca o el aceite y, por el contrario, se despedaza en el almíbar; ver que para que el azúcar se conserve fluida basta echarle una muy mínima parte de agua en que haya estado membrillo u otra fruta agria; ver que la yema y clara de un mismo huevo son tan contrarias, que en los unos, que sirven para el azúcar, sirve cada una de por sí y junto no por no cansaros con tales frialdades, que sólo refiero por daros entera noticia de mi natural y creo que os causará risa. . .

La autora sigue exponiendo sobre la situación que vivían las mujeres y las limitaciones para acceder a la lectura y escritura  en  la época  colonial y sobre la decisión de Sor Juana de transformar  la cocina, donde había sido confinada, en un lugar importante porque la convierte en un espacio  de laboratorio y aprendizaje.  Evidentemente que:

las mujeres no tenían acceso a las ciencias, sin embargo, Sor Juana de una manera creativa convierte la cocina, un lugar símbolo de domesticidad, en un verdadero recinto digno de competir con los laboratorios de la universidad. No sólo es un gran laboratorio de grandes experimentos culinarios sino que ella convierte la cocina, el acto de penitencia y castigo, en un lugar placentero y de reflexión filosófica. Así lo dice cuando se refiere a Aristóteles. «Bien dijo Lupercio Leonardo, que bien se puede filosofar y aderezar la cena. Y yo suelo decir viendo estas cosillas: si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito». Sor Juana reclama la cocina como un lugar de libertad. Frente al acoso de la sociedad hostil a causa de su sabiduría extraordinaria, la cocina se convierte en un lugar no sólo de aprendizaje sino también de resistencia. (Armacanqui-Tipacti, 8)

Mucho tiempo después la cocina es también para Rosario Castellano un lugar de reflexión y autoconocimiento, así lo observamos en su cuento “Recetas de cocina”, donde la voz narrativa cavila sobre su nuevo estatus de mujer recién casada.

Estas meditaciones las observamos también en La otra Ilíada de Ethel Krauze, en un fragmento del primer canto, la voz poética en segunda persona observa y nombra desde afuera:

Ya no lavas los platos
con tus manos de seda.
Tus magnificas manos
solo enjuagan las ollas
en el chorro del agua,
arrancan los pegotes del sartén
donde freíste los huevos,
remojan costras de la harina
que se incrustó en el molde antiadherente,
sólo remueven
de cada tenedor
las tiras de espinacas,
los trozos de tomate
y las moronas de las tazas
donde sopearon las galletas,
las semillas de naranja de los vasos de Jugo,
todas aquellas pequeñitas sobras….

No cabe la menor duda que el espacio doméstico sigue siendo aún lugar de resistencia de algunas  mujeres contemporáneas que continúan en la disputa contra el poder patriarcal que las  mantiene invisibilizadas. La voz poética continúa con un tono sedicioso en el segundo canto titulado” La rebelión de la salvaje”, donde habla ya en primera persona:

 ¿Dónde quedó mi grito,
sepultado en la memoria de la antigüedad?
¿Mi lengua voraz de doble filo,
es saliva sanadora,
mi corazón indómito de cazadora,
mi piel de corza,
mi vuelo de paloma en celo?
¿Quién soy
sin nadie más que yo?

Para algunas teóricas “El uso de la primera persona permite a la escritora hablar de lo cotidiano, lo doméstico y subjetivo, puesto que éstas son las bases de la llamada subcultura femenina” (García, 81), esta estrategia la observamos a lo largo de este segundo canto cuando la voz poética recurre a la sabiduría ancestral femenina relacionada con  el poder de sanación, de alimentadora, pero sobre todo de la inteligencia y el arrojo.

No podemos negar que el tema de la existencia de una cultura femenina ha sido muy polémico, a lo que García responde que lo que sí existe «es una cultura humana en la cual las mujeres apenas hemos participado y en cuya historia hemos sido más excluidas que incorporadas”(81). Seguramente este argumento le da sentido a la posibilidad de estudiar la escritura de las mujeres, porque su historia en relación al acceso a la educación, a la escritura, también ha sido negada durante mucho tiempo.

Por su parte, Martha Traba, en su hipótesis sobre una escritura diferente, afirma que “la insistencia en el ‘emisor’, es decir, en la función expresiva del lenguaje. La mujer escribe para comunicar un sentimiento, un deseo. El interés por una ‘explicación’ y no por una ‘interpretación’ del universo. La insistencia en el detalle” (citado en García, 81). Esta otra afirmación también ha causado más de una discusión.

Regresando al texto de Krauze, observamos que la voz poética muestra preocupación sobre su condición de cautiva y sierva que le empuja iniciar la rebelión contra los roles impuestos. Vemos que una de las estrategias de la autora es el manejo del tiempo, inicia hablando como Briseida, la mujer “genérica” que se revela a su condición de sierva:

Y de repente me perdí.
Perdí la brújula,
solté el timón,
me abandoné a la diosa;
las huellas de la loba
cruzaron senderos errabundos:
desemboqué en el mismo lecho
oscuro y frío, tembloroso,
el mismo cuerpo,
la misma posición de rata en su guarida;

Y más adelante nos habla en presente con la voz de la mujer contemporánea, hace el corte del tiempo utilizando una pregunta retórica:

¿Soy yo la misma mujer que se viste ante el espejo
                                         para ir al trabajo?
¿Soy la que siempre está ocupada?
¿La que nunca tiene tiempo de nada?
¿Quién, entonces, me persigue en mi cuerpo?
¿Quién me dicta estas preguntas?

Y regresa para contestar las preguntas que ella misma se hace, pregunta y contesta, provocando una tensión en el discurso que pareciera una especie de monólogo interior:

La guardiana de todos los secretos,
es ella quien me llama;
tendré que buscarla en la comarca de mi alma,
en las hendiduras de mi pensamiento,
donde las olas solo son espuma,
             y las palabras, relámpagos de bruma.

 Observemos el manejo del tiempo, regresa a la voz de la mujer contemporánea con las obligaciones  que responden a las necesidades actuales:

Tendré que cancelar mis citas
             hasta nuevo aviso.
Posponer las compras,
reprogramar itinerarios.
tendré que desoír consejos
Y atreverme andar descalza sobre el pasto.

La voz poética evidentemente femenina, es la mujer de todos los tiempos, la memoria ancestral que canta el descubrimiento de sus saberes ocultos y hereditarios, se autodescubre fuerte y se declara en rebeldía:

Quiero recuperar a la loba que habita en mí:
afilar mis garras,
lamerme la pelambre,
desenrollar la cola
que ha permanecido guardada tanto tiempo

En la coda, la voz poética canta con la voz de todas las mujeres de todas la épocas, aquí es donde cambia el tono, la voz rebelde levanta el vuelo con la certeza que la victoria de una mujer que es todas las mujeres y representa la suma de la sabiduría, la experiencia y las reflexiones de todas las mujeres. Un recuento de las mujeres a lo largo de la historia y la batalla que se tendrá que librar, en otras palabras, es su propia Ilíada. O mejor dicho la otra Ilíada, la Ilíada femenina:

Cantemos, hermanas, cantemos.
Hay una Ilíada nuestra:
Una diosa que escucha y que canta.

3. A manera de conclusión.

Podemos retomar la inquietud  inicial  de este ensayo que se refiere a polemizar sobre la definición de  las características particulares del discurso femenino y qué elementos podemos encontrar en la propuesta de Ethel Krauze, para ello  hemos retomado algunos  planteamientos de Carmen Riera en Literatura femenina: ¿Un lenguaje posmoderno? que señala dos elementos a considerar como características comunes en la literatura de mujeres. La primera es la elección del tema y tiende a preguntarse  por “sí misma”, se observa como sujeto-objeto, se mira a sí misma y su ámbito doméstico, en otras palabras, es una literatura de búsqueda, de autoanálisis, de vuelta a la infancia, mundo cerrado observado desde una perspectiva de relaciones familiares. El segundo elemento es el tono empleado, impregnado de complicidad con sus posibles lectoras, lleno de guiños hacia las personas que son consideradas con la misma historia. Estos son dos de los elementos encontrados en La otra Ilíada, como lo hemos ejemplificado a lo largo de este ensayo. En este caso observamos la mirada interior, que al hablar de sí misma apuntala hacia la voz universal de las mujeres poetas que  miran al mundo, que puede hablar de un adentro y un afuera, con el oficio que exige la buena literatura.

Referencias:

Eileen M. Zeitz. Técnica e ideología en un cuento de Rosario Castellanos.  Web cvc.cervantes.es/literatura/aih/pdf/08/aih_08_2_090.pdf, AIH. Actas VIII (1983).Web https://www.researchgate.net/publication/28086491_Tecnica_e_ideologia_en_un_cuento_de_Rosario_Castellanos, Consultado 5 de mayo 2016.

Elia, J. Armacanqui-Tipacti. ¿Es la cocina un espacio propio de Sor Juana Inés de la Cruz? Web http://lasa.international.pitt.edu/LASA98/Armacanqui-Tipacti.pdf, consultado  4 de mayo 2016.

García Aguilar, María del Carmen. Un discurso de la ausencia. Teoría y crítica de literatura feminista. Puebla: Secretaria de Cultura/Gobierno del Estado de Puebla. (Colección Los nuestros, Serie Cuadrivius) 2002.

Krauze, Ethel. La otra Ilíada. Madrid: Colección Torremozas, 2016.

Lagarde y de los Ríos, Marcela. Los cautiverios de las mujeres: Madresposas, monjas, putas, presas y locas. México: UNAM, 2005.

Manzano Añorve, de los Ángeles. El sentido místico-erótico en la poesía de Enriqueta Ochoa. México: Editorial EON, 2005.

Moi, Toril. Teoría literaria feminista. Madrid: Cátedra, 1988.

Riera Carmen. La escritura femenina, ¿Un lenguaje prestado? En Quimera Núm.18, Barcelona: 1982.

Olivares, Cecilia. Escritura femeninaen Glosario de términos de crítica literaria feminista. México: El Colegio de México, 1997.

Vicente Serrano, Pilar. Aproximación a la polémica sobre la literatura de mujeres. Web https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/170160.pdf . Consultado 12 de mayo 2016.

Traba Martha “Hipótesis sobre una literatura diferente” en Quimera, Núm. 13. Barcelona: 1981.

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