Hablar de “Acapulco en la literatura” es hablar de todos los autores que hemos sucumbido a la magia
Por Claudia Marcucetti
A pesar de sus muchas muertes —y no me refiero sólo a las que se cuentan en número de cadáveres, sino a las pérdidas y a la desolación que lo afligen—, Acapulco está más vivo que nunca, por lo menos en la literatura. Participar en una mesa de diálogo dentro del proyecto Laboratorio Acapulco, una iniciativa impulsada por Citlali Guerrero y el gobierno municipal —en colaboración con la Secretaría de Cultura, la UNAM, el Festival Mextropoli y la revista Arquine— y llevada a cabo en el Colegio de San Ildefonso, me lo confirmó.
Hablar de “Acapulco en la literatura” es hablar de todos los autores que hemos sucumbido a la magia de un sitio capaz de cobijar las aventuras marinas e imaginativas de sus visitantes. No fui exenta a ello: mi primer cuento lo escribí en ese puerto y el último tiene por protagonista al famoso vendedor de empanadas de la costera. ¿Se acuerdan?
Mucho se ha escrito, en páginas y en vidas, con Acapulco como telón de fondo o como personaje vivo y sangrante. Pienso en el íntimo relato de Rosa Beltrán, Acuérdate de Acapulco, en el que evoca sus anécdotas de juventud. En Dos horas de sol de José Agustín, cuyos protagonistas viajan al puerto para hacer un reportaje y un huracán les cambia los planes y las vidas. En Acapulco, de Ricardo Garibay, una mezcla entre crónica, guía y apunte de viaje, pero también un análisis de sus luces y de sus sombras.
En Orson Welles en Acapulco, de Rafael Aviña, que especula sobre las coincidencias entre la filmación en nuestro país de su película La dama de Shanghai y el famoso asesinato de la Dalia Negra ocurrido también en 1947. En Acapulco en el sueño, de Francisco Tario, con fotografías de Lola Álvarez Bravo, del que nos habló extensamente Alejandro Toledo en la mesa literaria.
Y qué decir de los autores de entraña acapulqueña, los que han contado historias de una fuerza y con una fuerza inusitadas. Tal parecería que la literatura nacida en Acapulco es bendecida por la misma gracia de su geografía: la exuberancia del trópico contagia lo que toca y de territorios o situaciones agrestes han surgido —como esa planta que florece en el asfalto y se reproduce entre las grietas— las mejores letras.
Guerra de guerrillas, de Marxitania Ortega, novela que remite al pasado guerrillero de la zona; los poemarios Cuerpo de Azul Ramos, La luz artificial de las cosas de Brenda Ríos y Conversaciones sobre el cadáver de mi madre de Citlali Guerrero, un aullido de dolor en torno a la relación materna; o Julián Herbert —ambos últimos participantes a la mesa de diálogo— y la Canción de tumba que le canta a su madre enferma de leucemia, en la que se confronta a sí mismo, y al lector, con la rudeza del sobreviviente, pero también con la sensibilidad del poeta.
Una Canción… que, gracias a las situaciones de marginación que describe —siempre narradas desde esa lucidez visceral que, según el mismo autor, le dio la pobreza extrema (añado yo: y el dolor y su capacidad de burlarse de él)— me ha inspirado esperanza.
Una esperanza que me gustaría multiplicar de la mejor manera que conozco: repartiendo letras, porque la literatura ES esperanza, aun cuando sea desesperanzadora.
Acapulco me recuerda ahora mismo a la madre de Julián, la que llamaba madrastra, pero que ni con todas sus fallas dejó de amar. Y cito: “Que durante esos años me di religiosamente cada día un instante de odio para ella con la misma devoción con la que otros rezan el rosario. Que la odié de nuevo algunas veces en la década siguiente, pero ya sin método ya sólo por inercia: sin horarios. Que la he amado siempre con la luz intacta de la mañana en que me enseñó a escribir mi nombre”.
A pesar de la preocupación e incluso del coraje que ahora mismo me provoca la triste realidad del Acapulco actual, lo amaré siempre con la luz intacta de la mañana en que me enseñó a gozar: el mar, un amante con sabor a sal, una puesta de sol con ceviche y caguama…
¡Por Acapulco, léamos Acapulco!
P.D. Atención acapulqueños. Queda abierta la convocatoria para participar en el concurso literario convocado por el colectivo Con Perspectiva y por la Universidad Autónoma de Guerrero. Bases en mis redes.
Claudia Marcucetti Pascoli es escritora y conductora italo-mexicana. Reside en México desde los 13 años. Licenciada en Arquitectura. Autora de cinco libros. Ha colaborado con diversos medios de comunicación como Excelsior, Milenio, Playboy, MarieClaire, Vogue, Soho, Conde Nast, Chilango, Central y Open, entre otros.
La autora escribió una columna mensual «Instrucciones para vivir en sociedad» y un blog semanal homónimo. Condujo el segmento literario del programa Tu Casa tv y produjo la cápsula Cambio Literal, acerca de los cambios que han provocado los libros en personajes de la vida pública, es comentarista literaria para el canal ADN Cultura y una activa gestora de proyectos literarios en México.
