Se nos inculcó la idea de que era preferible que tus papás o tus abuelos/as te “agarraran a golpes” por alguna travesura o algún desacato a una orden dada a que te “regañaran con palabras hirientes”. Nuestra lógica era que los golpes y algún moretón dejado por la paliza recibida, se quitaban con los días, no así las palabras que se quedaban instaladas en nuestras mentes o en nuestros pequeños corazones.
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Mujeres que dejaron huella gracias a una historia personal marcada por la ruptura con el orden de su época, lo que les trajo reflectores, pero también batallas.